miércoles, 26 de febrero de 2014

Opinión: ¿Por qué consumir música independiente?

Por Mariano Iñíguez *

Muchas veces no nos damos cuenta que darle play a una canción, del
género musical que sea, implica una serie de decisiones de corte
político. Se pone en juego no solo el simple acto de disfrutar una
expresión artística, sino que impacta positiva o negativamente en una
buena cantidad de actores relacionados con la industria musical. Esto
ocurre cuando escuchamos música solitariamente con nuestros
auriculares, y también cuando reproducimos música en una fiesta, en
una reunión de amigos o en una radio.

Qué escuchamos significa alimentar un mercado cultural que, nos guste
o no, nos involucra en nuestro rol de público y nos rebota como un
búmeran. Porque, al decidir quién o quienes integran nuestra lista de
reproducción, fomentamos tal o cual mercado cultural.

La que más conocemos es una industria que está pensada para ganar
dinero y que lo logra en la medida de que escuchemos lo que nos
ofrece. Aquí es donde debemos prestar atención: si bien nadie reniega
de la existencia de megaindustrias culturales, porque en definitiva
todos disfrutamos de un buen Rolling Stones o un Soda Stereo, y los
artistas menos conocidos se alimentan de ellos continuamente, sabemos
que existen miles de nuevos talentos argentinos y latinoamericanos
proponiendo sonidos alternativos que jamás llegarán a nuestros oídos a
menos que les demos la oportunidad.

Saturar nuestro reproductor con probados clásicos es siempre garantía
de éxito en una fiesta. Y eso ocurre porque la gran mayoría de los
seres humanos nos resistimos al cambio, preferimos la seguridad antes
que la incertidumbre y nos arriesgamos poco en materia de consumos
culturales. Si no fuera así no tendrían tanto éxito las
megaproducciones de Hollywood que ofrecen casi nada novedoso más allá
del impacto.

Con la música pasa algo similar. Muchas de las canciones que giran en
nuestros aparatos, que suenan en las radios de mayor audiencia, que se
ofrecen en las pocas casas de venta de discos que quedan son, en el
mejor de los casos, viejos éxitos remasterizados. O piezas que se
parecen mucho a lo que hemos escuchado tantas veces, más allá de un
retoque menor, una poderosa voz o el sonido novedoso de un teclado. En
un porcentaje mayoritario ofrecen tan poco en materia creativa que
pasan al olvido velozmente después de algunas semanas de rotación.

Esa música que nos ofrecen como novedad la mayoría de los artistas que
decidieron entregarse a las dos o tres grandes discográficas que
dominan el mercado (y moldean nuestros gustos musicales) ofenden con
producciones sin alma ni propuesta. Canciones que van en busca de los
lugares comunes probados, aprobados y explotados hasta el cansancio.

De esta situación son responsables las discográficas dominantes, que,
como vimos, se arriesgan poco y nada. Pero también las radios, que
reproducen "lo que la gente quiere escuchar" sin cuestionarsese nada,
que cobran de esas discográficas por pasar lo que ellas piden y que en
su accionar sostienen un statu quo de masticada mediocridad.

Desde nuestro lugar de aparente inocencia como consumidores también
nos cabe parte de la responsabilidad. Como con los "Precios cuidados",
nuestro papel parece más importante de lo que nos quieren hacer creer.

Pero aclaro: no cuestionamos aquí el placer de volver a escuchar un
buen disco de, pongamos, Mercedes Sosa. Ni el carácter más o menos
pirata de los Artic Monkeys, o la vigencia de los Redonditos. Nada de
eso. Simplemente creo que debemos saber qué implica incorporar
alternativas a nuestro menú de opciones.

Miles de artistas incipientes, bandas con kilómetros de ruta,
cantores/as de alto nivel pero apenas conocidos alimentan circuitos
independientes de gran calidad. Trajinan festivales, movilizan las
redes sociales, llenan plataformas digitales de audio, producen con
mucho esfuerzo su primer disco, pero nunca logran trascender, en gran
medida porque nadie los pasa, pocos los escuchan y, consecuentemente,
no se habla de ellos. Nos ofrecen propuestas disruptivas, fomentan la
creatividad, piensan de manera original y promueven nuevas formas de
financiación. Pero muchas propuestas mueren porque cuesta demasiado
vivir si no son escuchados. En definitiva, tienen una política nueva
para pensar y hacer lo que quieren en un marco de mayor respeto por el
público. Están ahí, esperando que les hagamos un lugar.

Las programación musical de Radio Gráfica incorpora constantemente
nuevas producciones, fomentando artistas y bandas independientes, sean
éstas incipientes o consolidadas. La impulsa el rol social que le
otorga su carácter popular y el objetivo

MI - GF - RG

* Columnista de Feos, Sucios y Malas - Radio Gráfica.

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